El barrio Parque Chas está ubicado en la zona noroeste de la Ciudad de Buenos Aires. Su trazado y el origen de su nombre son una incógnita. Pocos conocen el por qué de su caprichoso diseño. La realidad es que en 1934, un arquitecto llamado Héctor Luminis, que vivía en la Avenida Triunvirato, salió una noche y se emborrachó. Volvía a su casa alrededor de las seis de la mañana, en completo zigzag, cuando tuvo la idea de planificar un barrio que fuese un laberinto. Una especie de Aleph anticipado, un centro escondido en Buenos Aires en el que confluyeran sus ciudades preferidas del mundo, Londres, Berlín y Dublín. Encontrar este Aleph debería ser difícil: solo las personas de bien podrían llegar a su mismo centro. Los de intenciones malévolas se verían desconcertados por las curvas centrífugas de las calles, que tienen la capacidad de fagocitar a todo aquel que entra desprevenido y con mala espina.
Héctor volvió a su casa, se sentó en su escritorio y con la primera claridad empezó a planificar el barrio. Diseñó volteretas, dejó espacios libres para el verde y remarcó con rojo los límites. Faltaba el nombre. No quería que fuera el de una ciudad extranjera, lo acusarían de antipatriótico. Tampoco quería que comenzara con “Villa”, ya que había muchos “Villa algo” en la ciudad. Ni un prócer: con Belgrano ya era suficiente. Pensó y repensó: sustantivos abstractos, verbos transitivos, profesiones, animales, medios de transporte, nada lo convencía. En esas cavilaciones estaba inmerso cuando en la puerta de su casa sintió un chasquido seguido de una pequeña explosión. Corrió la cortina y vio a un conductor asomado al abismo del capot abierto., tratando de entender el desperfecto de su auto. ¡Qué chasquido!, murmuró Luminis, y a los pocos segundos se le apareció: “Chas”. Sonoro. Sin significado. Con movimiento. Intrigante. Era ese el nombre. Pero es muy corto. San Chas no podía ser, la Iglesia iba a protestar. No servían El Chas ni La Chas. Mar del Chas tampoco, no hay mar acá y además sería una burla a Mar del Plata. Algo que tenga enigma, que suene a que se está fuera de la ciudad, en un ambiente onírico… algo como un bosque. ¿Bosque Chas? No hay bosques en Buenos Aires… pero sí plazas. ¿Plaza Chas? ¡Parque! ¡Parque Chas! Así se va a llamar mi barrio.
Héctor presentó los planos a la municipalidad y, contra los vaticinios de sus amigos, se los aceptaron. Había una zona baldía muy extensa al oeste y nadie sabía qué hacer con ella. La construcción de un barrio nuevo, un tanto exótico, sería buena propaganda para la intendencia del momento. Luminis supervisó la obra de principio hasta casi el fin, ya que murió cuando faltaban meses para el loteado de los terrenos. En el centro del laberinto, decidió esconder un tesoro. Le confió el secreto a unos pocos, pero sin dar precisiones respecto a qué era eso escondido y en qué coordenadas se encontraba.
Aún hoy, hay conductores que giran desesperados por las calles de este gran parque buscando el tesoro. Para los materialistas, son dólares u oro; otros, más fantasiosos, imaginan que se esconde una pócima de la juventud eterna. Los borgesianos están convencidos de que ahí está enterrado el Aleph. Hasta ahora, no han podido encontrarlo.
Hola Sole!
Quería decirte que hoy pasé por acá, me encantó visitarte!
Un beso enorme.