A quien lea esto en el 2519: estamos en 2019 y soy escéptica, aunque muchos crean que vamos hacia algo mejor. A la vez, descreo del fatalismo. Arde la biodiversidad. Lo tecnológico avanza y con ello retornan prácticas medievales como la tracción a sangre. Hay apps y memes a piacere. Todo pasa por Internet, dicen algunos. Disiento. Las personas se juntan a tomar café. Las parejas se besan y franelean hasta explotar. Se tocan. La gente cocina aún: el delivery nunca podrá reemplazar la comida casera. Internet sabe todo. Disiento. Casi todo. Google nos controla, sabe dónde estamos, a dónde vamos, qué compramos, qué comemos, qué leemos. Todavía no se entera de información de extrema importancia. Secretos, morbos, pasiones, pensamientos, perversiones, deseos, sueños. El Kindle no mató al libro.
El tacto y el gusto no se transmiten por una pantalla. Tenemos mucha libertad, más que antes, eso es así. Pero aún. En Argentina el aborto no es legal, familias enteras duermen en la calle de la ciudad más rica del país. La derecha se impuso en América Latina, ahora puede que retroceda. Caminamos, andamos en bici, bondi, subte. Las personas no se miran en los medios de transporte, desangran sus ojos con los teléfonos. Los artistas surcan esa hemorragia y se despliegan para retomar lo sagrado: palabra y mirada a los ojos.
Sin caer en fatalismos, el mundo necesita un reseteo. Una pausa, una siesta eterna o devenir otra forma de vida. Darle al planeta la posibilidad de liberarse de nuestra especie. La Tierra cargada de ondas, energía, control ubicuo, antenas y redes invisibles y pegajosas quiere decir basta. Todavía no se anima. Ojalá en quinientos años esta carta sea un ala tirada al viento o al fuego, un origami de estrellas soplado en el azar.
Nos vamos entregando más y más a que todo se sepa. Pero… siempre un pero. Pintamos- escribimos- componemos- bailamos. Sigue vigente la metáfora, esa que los algoritmos no captan y que el traductor de Google solo traduce de manera literal. Nos queda mucho a la sombra. Develarlo, jamás.
About the author Soledad Arienza
Me fascinan las cúpulas de Buenos Aires y el hall del Teatro San Martín. Siento predilección por algunas estaciones de la línea A. Me gusta el verano. Amo la papelería, en general, y los cuadernos y libretas, en particular.
Captar la ausencia: una hipótesis
EP12: El encuentro
EP11: La literatura y el agua