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Día 26. Escribí acerca de la ropa que estás usando ahora mismo, cómo cada prenda llegó a tu vida

Tengo puesto un pantalón gris de mi mamá. Me lo regaló ayer porque según ella, ya no le entra. Engordó dos kilos: “cuando las señoras crecen, les cuesta más bajar de peso”. Me quedó pintado. Es elastizado como me gustan, de un gris afelpado que sigue los movimientos, lo suficientemente formal como para ir a trabajar, aunque con el toque necesario de descontractura. Un hallazgo.

Mi remera de manga larga color coral también me la regaló mamá, hace unos cuatro años ya. Es calentita y medio áspera. Debe ser algodón mezclado vaya a saber uno con qué, se estira pero le cuesta ceder, como si no quisiera que su forma original se alterara con la anatomía de los cuerpos. Hoy la cubre un suéter gris cuello alto, bien ajustado al cuerpo, del estilo de los de Foucault. Me encanta tener su look por un día. Me lo compré en una oferta muy ofertosa hace dos años, es de lanita fina, poco armatoste, de manera que habilita la vestimenta en capitas. Y abriga.

Encima del sweater foucaultiano se esparce un cárdigan coral/ fucsia, lo compré el año pasado y me enamoró con sus botones acorazonados. Tiene un voladito “gracioso” a la altura de la cadera, adjetivo muy impreciso para la ropa, atinado en este contexto. Tiré una boina sobre mi cabeza a la mañana porque hacía un frío atroz. Apenas me la compré la usaba tirada al costado, con la desventaja de que una oreja me quedaba a la intemperie y se resfriaba. Ahora me la calzo completa, no queda tan chic. Es excitante ir por la vida aboinada.

Encima de todo esto, tengo un tapado que me hace parecer una hipopótama en celo. La capucha tiene una piel de mentira que trastorna a los animales domésticos. Hace dos semanas fui a la casa de mi profesora de italiano y su gato estaba convencido de que el peluchito en mi abrigo era otro de su especie. Lo manoteó hasta más no poder. Decidimos guardar la prenda en un armario, por precaución. Ahora voy por la calle con miedo, pensando que de cualquier balcón puede caer un felino que quiera trenzarse a duelo con mi capucha.

About the author Soledad Arienza

Me fascinan las cúpulas de Buenos Aires y el hall del Teatro San Martín. Siento predilección por algunas estaciones de la línea A. Me gusta el verano. Amo la papelería, en general, y los cuadernos y libretas, en particular.

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