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Por acá pasa la vida

Tiempo de la grabación: veintiséis minutos con tres segundos.
Tiempo del relato:
noventa y cinco años.

Vale más quien deja huella y no quien más dura
Y algo que perdura puede ser abrumador
El que se atrevió a decir que el tiempo todo lo cura
Seguro que no usaba o no tenía reloj

“Cómo pasa el tiempo”, Cuarteto de Nos

29.09.2021

S: ¿Pero entonces qué, lo mandaron en 1908? ¿Lo mandaron a dónde, ahí?
B: Acá a Buenos Aires.
S: ¿Solo?
B: Solo, con catorce años… y acá tenían unos amigos, o alguien, pero digamos, no familia, así que… había que hacerlo eso.
S: ¿Y qué hizo? ¿Se puso a trabajar?
B: Se puso a trabajar, trabajó no sé en qué, después se metió en el asunto de las lanas, con eso, pero ya con el tiempo… ¿no? Era gente valiente. Y por el otro lado, mi madre, hija de italiano y francesa.
S: Sí, pero ella nació acá.
B: Ella nació en Entre Ríos. Nació en Entre Ríos. Y se casaron acá en la iglesia esta de Belgrano, se casaron ahí en 1913.
S: Ah, pero tenían ¿qué? ¿Dieciocho años tu padre, una cosa así? Diecinueve.
B: Mi padre era del 93, creo.
S: Ah, veinte.
B: Así que… y… era gente valiente. Yo muchas veces lo comparo con el caso mío que tuve una vida facilísima, facilísima, realmente… me recibí, y mi primer trabajo, el primer dinero que gané fueron quince pesos que le cobré a una paciente con los que le regalé un ramo de flores a mi madre. Quince pesos. Mi primer trabajo, apenas recibido…
S: ¿Pero entonces naciste en Palermo y en esa misma casa después viviste? No, vivías más en Barrio Norte, ¿no?
B: Después nos mudamos a Barrio Norte, bueno, Barrio Norte antes era Palermo, en realidad ahora le han puesto de unos años acá Barrio Norte…
S: En realidad Barrio Norte no existe. Es o Recoleta o Palermo.
B: Una zona pituca. Yo, en French y Agüero vivía.
S: Y donde naciste, ¿dónde era?
B: Nací en Soler.
S: El Palermo de Borges. Claro, cerca del colegio, más por esa zona.
B: Y después viví en la calle Austria, Austria y Peña, una casa muy linda, que tenía una terraza divina con una pérgola llena de flores, así que… y bueno y después al colegio lo tenía… el primario en Peña y Agüero. Está todavía, igual a cuando yo iba. Ahí fui segundo grado. Es divino, un colegio que se mantuvo siempre muy bien y está como cuando yo cursaba. Hice el primario ahí, después el secundario lo hice en el Manuel Belgrano, Santa Fe y Anchorena, y después la facultad.
S: ¿No es la galería patio del Liceo?
B: El colegio ese estaba en Santa Fe, tenías que cruzar Santa Fe. Un colegio muy viejo que tenía una parte por Santa Fe y otra parte por… para el lado de acá. Y después en Charcas y esa cuadra vivía Ricardo Rojas.
S: Claro, que ahora está la casa museo. Porque Ricardo Rojas fue tu profesor, ¿no?
B: Claro, el museo. Yo no lo tuve a Ricardo Rojas porque el año que yo llegaba a cuarto año, él se jubiló.
S: Claro, pero enseñaba en tu colegio.
B: Enseñaba en mi colegio, sí. Vivía ahí a la vuelta, en frente de la policía. Iba con un sombrero especial, un sombrero raro. Claro, los cargos de profesores eran muy importantes, porque los profesores iban todos con su auto último modelo, todo eso. El nivel jerárquico de un profesor secundario era… notable. El de Italiano que teníamos, Davente, llevaba… en ese entonces había unos sombreros muy caros, los Flexil, se sacaban y se podían plegar. Entonces iba con el sombrero plegado y unos libros. Dejaba su coche en la puerta del colegio… así que, y bueno…
S: Y después de ahí, cuando te casaste, ¿te fuiste a Villa Pueyrredón?
B: Después cuando me casé me fui a Villa Pueyrredón, donde vivía Nina. Ahí vivimos unos cuantos años y volvimos ya para mudarnos a Sucre.
S: Ah, ¿vos fuiste a Villa Pueyrredón porque ella vivía ahí?
B: Sí. Y lo que me pasó, que yo puse consultorio, con Carmen tenía consultorio en Santa Fe entre Bustamante y Billinghurst, ahí tenía el consultorio Carmen. Entonces yo me recibí y puse la chapa, imaginate en esa época hacerse clientela en Santa Fe a fuerza de chapa…. Y simultáneamente tenía el consultorio que habíamos puesto con Nina en Villa Pueyrredón.
S: Que era en la casa de ustedes.
B: Claro. En Villa Pueyrredón yo no trabajaba mucho, aparte que yo cobraba la consulta. La gente no estaba muy acostumbrada a eso, muchos se iban. Y me instalé allá, pero allá la conocían a Nina, entonces toda la gente iba a verla a Nina, y acá toda la clientela era de Carmen. Entonces yo no trabajaba nada, ni acá ni allá (risas)… Me pasaba las tardes, entonces lo dejé para estudiar, estudiaba, estudiaba mucho. A mí siempre me interesó la Odontología y entonces siempre estudiaba, me acuerdo todo lo que estudié de infecciosas, una cantidad de cosas, leí una cantidad de libros que todavía tengo por ahí y… y bueno, aprovechaba para estudiar. Y después, poco a poco, empecé a trabajar. Pero poco a poco. Así que, por eso estuve varios años de novio. Me casé recién en el 52, porque yo no quería que dependiera todo de ella, todo eso, entonces nos casamos en el 52. Esa fue la trayectoria.
S: Pero ¿y al hospital cómo llegaste?
B: Al hospital iba… el primer hospital que tuve, primerísimo, fue un instituto que había municipal de Odontología que tenía una sección cirugía. Entonces ahí empecé a hacer terceros molares y qué sé yo. Y después pasé al Rawson. Fui al Rawson, como yo digo muchas veces, por un aviso del diario. Apareció un aviso que decía que en el Rawson se iba a inaugurar un consultorio de glándulas salivales en la sala de Odontología. Entonces me fui ahí y bueno, muy bien caí, el jefe era un hombre muy gente, que después siempre me recomendó, y yo estuve siempre ahí, pasé a la escuela, pasé a la escuela, un tipo muy bien conmigo, tenía las mismas inquietudes, y antes de jubilarse, me consiguió el pase oficial a la sala de Finochietto, entonces ya dependimos siempre de ahí.
S: Pero Finochietto, ¿vivía Finochietto?
B: Vivía Finochietto.
S: Ah, mirá.
B: Sí, Finochietto vivía. Tenía un cartel, que no sé si sería de él la idea, el cartel decía: “No cumple con su deber quien solamente cumple con su deber”. Era una escuela divina, él era nacido para la enseñanza. Él no concebía no enseñar, y a sus colaboradores, cuando había alguno, había importantes. Entonces me acuerdo que un día él le dice a Joel: “Vaya a verlo a Marino que va a operar no me acuerdo qué, y eso te interesa”. Porque él se ocupaba de que todo el mundo aprendiera. Entonces lo ve de nuevo a Joel en la sala y le dice: «¿Cómo? No le dije que fuera a verlo a Marino?” Sí, dice Joel, pero Marino me dijeron que la operación la había postergado para otro día». «¿Cómo, si yo pasé y estaba operando? ¿O es que ese está escondiendo la leche?” Era un tipo divino. Un nivel de gente, qué desinterés o qué interés por la enseñanza. Excepto, cuando un tipo no servía para nada. Ahí empezaba a decirle: “Mire, Dr., a usted le va a convenir más…” y entonces si lo trataba de doctor estaba excomulgado (risas). Era un personaje. Era admirable. Así que… bueno ese es él… acabo de hacer síntesis…
S: La síntesis, sí, a mi me gustan las síntesis…
B: …de 95 años. Y por otra parte a mí me resulta fácil porque yo, una condición que he tenido, para escribir y para la enseñanza, es la síntesis. Yo he tenido siempre mucha capacidad de síntesis, y poca de análisis. Ríes Centeno escribió un libro del tercer molar inferior retenido, yo no me explico cómo pudo haber escrito un libro del tercer molar inferior retenido (risas). Una capacidad de análisis fenomenal. ¿Y vos? El día que terminaste el Bachillerato, se acerca una señora… ¿te acordás?
S: La madre de alguien, no sé de quién…
B: Se acerca, “Soledad, ¿cómo te va? ¿Y qué vas a estudiar ahora?” Entonces le dijiste “Letras”. Y la cara de esa mujer… (risas)
S: Claro, pensaba que iba a estudiar una carrera, no sé, más “importante”.
B: Se quedó como “Soledad, que era algo brillante, ¿meterse en Letras?” Fue como si le tiraran un balde de agua encima a la mujer. (Risas). Así que… pero, mirá dónde estás ahora, flaca… y bueno, el asunto es que el tiempo pasó, y pasó bien… pasó bien… (se detiene la grabación)

En 1998, mi abuelo me sienta en su regazo y, con un reloj de Mickey, me enseña a leer la hora. Me enseña también anatomía, todo aquello que corre debajo de la malla del reloj: “Esta es la arteria radial, ¿ves? Por acá pasa la vida”.
Soy una nena obediente y estudiosa. Aprendo el mecanismo puntilloso de lectura y sus coordenadas. Aprendo a leer libros, horas y ramificaciones azules-violáceas debajo de la transparente piel. Me empiezo a ubicar en el tiempo, el de la literatura y el del cuerpo. Tiempo insertado en arborescencias que se ven como a través del agua o como en un sueño. Crezco y comprendo que es esa sangre la que pasa las páginas de una hoja, la que pide la palabra, la que sostiene una nuca en un beso, la que acaricia, la que llora, violenta, da placer, escribe, vive.

Una tarde de 2021, mi abuelo me regala una historia que, en breve, va a desbordar. Mago del tiempo, sintetiza noventa y cinco años en veintiséis minutos.

Tres meses después de esa tarde, sucede una noche.
Aceleración.
Rotura.
Derrame.
Enchastre.
Nada.

La vida deja de pasar y el tiempo es un charco coagulado.

Un año después de esa noche, escribo en lluvia. Tengo treinta años, y con el mismo asombro que a los seis, doy vuelta el brazo y observo, fascinada, mi cuerpo hecho de tiempos. Tiempos propios y ajenos, regalados y robados, pasados, un presente, también alveolos de lo que vendrá.
Por ahí pasa la vida.
Acaricio.
Agradezco.
Sigo escribiendo.

About the author Soledad Arienza

Me fascinan las cúpulas de Buenos Aires y el hall del Teatro San Martín. Siento predilección por algunas estaciones de la línea A. Me gusta el verano. Amo la papelería, en general, y los cuadernos y libretas, en particular.

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