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Día 20. Escribí acerca de un lugar que amás

Todavía confundo las puertas y empujo los barrales dorados de las que están cerradas. Al tercer o cuarto intento, doy con una que ceda y me habilite el paso a esa inmensidad. Nunca saco las entradas por internet porque me gusta mantener el ritual de asomarme a la boletería y pedir no más lejos que fila once, en lo posible al centro. A la izquierda, los ascensores, también dorados. En el décimo piso está la Lugones, uno de los santuarios de mi vida. Ahí vi, a sala llena, Las alas del deseo, por segunda vez. Lloré.

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Día 19. Describí tus rituales matutinos en tercera persona

Los fines de semana, se despierta sin límites. Cuando el sueño cabalga lejos, sus párpados se despegan y comienzan unos minutos de incertidumbre: no tiene en claro dónde está. Se ubica con el rayón de luz imposible de tapar entre las dos cortinas de la ventana. Estira las piernas, traba las rodillas como si fueran a quebrarse: comienza el remoloneo. Quince minutos, media hora, una, lo que dé.

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Día 18. Escribí acerca de la vez que rompiste un corazón/ un hueso/ una ley/ una promesa

1. Rompí dos corazones en mi vida. Romper un corazón no existe. ¿Qué corazones son los que se rompen? El de la mesa ratona de mi abuela, que estrolé contra el piso mientras corría en círculos por el living, ese se desintegró. Dejó un salpicado de sangre violácea a su alrededor. En rigor, fue el único. Otros corazones no rompí. Tachoné ilusiones y destrocé la confianza que algunos tenían en mí. Pero nada más que eso. Para romper un corazón se necesita una pizca de sadismo y una dosis extra de descaro que no tengo.

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Día 17. Escribí acerca de algo que no te gusta hacer

Hacer arte con los alimentos: no me sale y hasta ahora nunca me interesó aprender. Una plaga de nervios me acosa si intento acercarme a una receta más o menos elaborada. Dicen que cocinar relaja. No es mi caso. Comprendo el valor simbólico de nutrir, el gesto de la transmisión de un tesoro subjetivo, la ofrenda, el pasaje de amor y de un legado. No hay caso. A ese club no pertenezco. Me está vedado. Me perdí el pasadizo secreto que hace la entrada a ese mundo mucho más amena y no sé por dónde empezar a buscarlo.

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Día 16. Describí el clima de tu mundo imaginario

Allá no hay invierno ni otoño; la primavera y el verano se alternan cada tres meses. Temperatura promedio: veinticinco grados. La lluvia de agua existe, pero en días acuosos no es obligatorio salir: las actividades están sujetas al ánimo de los habitantes y uno tiene el derecho de quedarse en casa y remolonear. Las flores penden de los faroles de las calles adoquinadas y hacen muecas, a veces hasta acarician la cabeza de los paseantes. Las otras lluvias pueden aparecer en cualquier momento: pueden caer flores, como en Cien años de soledad, o burbujas, para deleite de las personas chiquitas. En todo hogar hay un reducto que siempre permanece seco, para colgar la ropa.

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Día 15. Escribí acerca de un perro que haya formado parte de tu vida (y aprendé a recordar en imágenes)

Estoy en el balcón francés de Vicky, es octubre y la primavera pisa fuerte. Los plátanos de la cuadra, los mismos que se veían desde las ventanas del colegio, están rabiosos de verde. Charla y chisme enfrían el café. Cautivas en este rectángulo aprisionante, Marlon obstruye el marco de la ventana. Sus ronquidos perrunos no son constantes, siguen un patrón que solo él conoce. Giro y su panza se hincha y hunde de a tandas, con las orejas estiradas en una mueca de sorpresa. Es el perro más vago que conozco, duerme con pasión.

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Día 14. Escribí un evento de tu vida de atrás para adelante

Me tiro sobre las maderas del piso y lloro curveado, grito, modulo un sonido regurgitado que ni sabía que mi garganta podía emitir. Papá se levanta de un salto del sillón para atajarme. “Murió Tita” escucho cuando termino de dar un portazo suave. Vengo de mi segunda clase de Filosofía, curso miércoles y sábados de nueve a once. Camino desde Pueyrredón y Charcas hasta casa, hace calor y siento en mi nuca la trenza de tela que me hice este verano en la playa. La mayoría del tiempo se esconde entre el pelo, por momentos sale para entender de qué va la cosa.

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Día 13. Escribile una carta a tu yo del pasado

agosto 2019

Querida Soledad del 2015:

Te hablo desde el futuro para decirte una frase cliché, pero que esta vez va en serio: esto va a pasar. Sé que los floripondios se te pegaron en el cerebro como babosas y te están succionando, que sentís que no vas a poder recibirte. Estás teñida de oscuro y tenés la certeza de que toda tu vida va a ser así. Te cuento que no.

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Día 12. Elegí un objeto de tu casa. Escribí su historia

Recostados sobre la mesa de caballetes, formaban una paleta cromática de una armonía estridente. El naranja Holanda, el verde reptil y el violeta misterio competían por ganarse las miradas de los paseantes de la feria de San Telmo. En algunas ocasiones lograban que les echaran una hojeada a sus páginas vírgenes, pero hasta ahora ninguno había sido transferido a un nuevo hogar.

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