Las puertas para convertirnos en lectores son los libros y las personas que ingresaron a los libros antes que nosotros por pasión, convicción capacitación, deseos de transformación; personas que decidieron convertirse en puertas por donde los libros llegaron a otros.
María Teresa Andruetto, «Leer, derecho de todos»
Nací en Buenos Aires en 1992. A los quince años decidí que «lo mío» era Letras, un deseo insuflado en gran parte por mi tía abuela, docente de Literatura, maestra y bruja de mi vida. Así que cuando terminé el secundario me encaminé para Puan. En 2016 me recibí de Licenciada. Me fui enojada de la facultad, jurando que nunca más pisaría la academia. Actualmente (2021) estoy cursando el segundo y último año de la Maestría en Estudios Interdisciplinarios de la Subjetividad, también en la UBA.
A lo largo de los seis años de carrera, y de los cinco que le siguieron a ese fin de ciclo, fui incursionando en diferentes autores, actividades, disciplinas, lenguajes artísticos, idiomas, culturas. De esa mezcla surge la visión que hoy tengo de mi profesión.
Considero a la lectura y a la escritura como dos prácticas potentes para intervenir en el aquí- ahora. Es ese el enfoque desde el cual leo los textos que me atraviesan, desde el cual escribo, desde el cual me paro a dar una clase. Deleite, placer, entrega, sí. Pero también pensamiento, esfuerzo, distanciamiento, detalle, intervención.
Algunas de las zonas que me interesa abordar desde mi disciplina son: el vínculo entre las ciudades y la literatura, la relación entre los discursos ficcionales y los testimoniales, la demonización de la enfermedad mental y su tratamiento en la literatura. Últimamente me estuve dedicando al estudio de la obra de Alda Merini, autora en quien tengo pensado centrarme para la tesis de maestría.
Ahora soy menos radical que antes y no pienso que «lo mío» sea Letras, solamente. «Lo mío» muta y a veces se contradice. Es amar Buenos Aires y al mismo tiempo querer vivir, con urgencia, en un lugar desde donde vea el agua. Es ser fanática de los comienzos y tener que luchar internamente por la constancia. Es haber hecho talleres de locución, danza butoh, origami, dramaturgia y actuación. También haber hecho el tramo pedagógico e ir a trabajar todos los días a un colegio mientras siento que la médula de mi vida no es la docencia. O creer fervientemente en la astrología. O querer volver a nadar tres veces por semana, como hacía hace algunos años. O sentir vértigo ante la frase «para toda la vida» y coquetear hace años con hacerme un tatuaje.
Lo mío es escupirle en la cara a la hiper-especialización que nos impone el mundo desquiciado que habitamos y desorientar a quienes piensan en compartimentos estancos. Estar fuera de catálogo, ser una agramaticalidad. Eso sería lo mío, lo que estos textos testimonian.