Me tiro sobre las maderas del piso y lloro curveado, grito, modulo un sonido regurgitado que ni sabía que mi garganta podía emitir. Papá se levanta de un salto del sillón para atajarme. “Murió Tita” escucho cuando termino de dar un portazo suave. Vengo de mi segunda clase de Filosofía, curso miércoles y sábados de nueve a once. Camino desde Pueyrredón y Charcas hasta casa, hace calor y siento en mi nuca la trenza de tela que me hice este verano en la playa. La mayoría del tiempo se esconde entre el pelo, por momentos sale para entender de qué va la cosa.
“Fue una linda clase”, pienso mientras el 132 cruza avenida La Plata. Me cayeron bien las dos chicas, ojalá peguemos buena onda así la cursada se hace más llevadera. Me gusta cursar los sábados: parte de la ciudad ya está de fin de semana, el tránsito es menos caótico y el bondi no me estresa.
Nos despedimos con Nuria en la puerta de Puan, con Clara seguimos hasta Rivadavia. Hablamos acerca de la clase. La profesora hizo circular una lista para que anotáramos de qué carrera éramos. Después arrancó con Platón. Sentadas en el pasillo nos ponemos a hablar. Nuria también es de Letras, pero como es del Nacional está haciendo sexto año. Algunas materias las hace en la facultad y otras en “el colegio”. Clara es de Artes, es la primera persona que conozco de esa carrera.
Subo hasta el primer piso, me toca el aula 146. Calculé bien el tiempo, son nueve menos veinte recién. El 132 va rapidísimo, por el camino veo grupos de adolescentes con su resaca a cuestas. Camino hasta la parada del 132; pienso que es mejor que me haya tocado los sábados durante el primer cuatrimestre así en el segundo los tengo libres. Desayuno las tostadas sola, mamá y papá todavía duermen. Hoy está medio fresco, así que me pongo un jean celeste y una camisola violeta que compré el año pasado en Plaza Francia. Es de esas que un día de calor no las aguantás, pero que un día de frío ya no te las podés poner. Las clases de Semiología de esta semana me encantaron, así que me levanto entusiasmada.
Siete menos cuarto: suena la alarma para inaugurar lo que, pienso, va a ser un sábado promedio. La única particularidad es que hoy tengo mi segunda clase de Filosofía del CBC. Cuando regrese, una trompada de vacío y angustia me va a hundir el esternón. Diecisiete de abril de 2010, difícil de olvidar.

About the author Soledad Arienza
Me fascinan las cúpulas de Buenos Aires y el hall del Teatro San Martín. Siento predilección por algunas estaciones de la línea A. Me gusta el verano. Amo la papelería, en general, y los cuadernos y libretas, en particular.
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31 julio, 2024
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