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Día 19. Describí tus rituales matutinos en tercera persona

Los fines de semana, se despierta sin límites. Cuando el sueño cabalga lejos, sus párpados se despegan y comienzan unos minutos de incertidumbre: no tiene en claro dónde está. Se ubica con el rayón de luz imposible de tapar entre las dos cortinas de la ventana. Estira las piernas, traba las rodillas como si fueran a quebrarse: comienza el remoloneo. Quince minutos, media hora, una, lo que dé.

De manera repentina, pega un salto y va al baño. Mientras hace pis, corta el cuadradito del blíster de la pastilla de la mañana. Vuelve a la habitación a enchufar el router. Si es invierno, se calza la bata de polar fucsia estridente que compró en un negocio de piyamas de señoras. Arrastra los pies hasta la heladera, sacudiendo las pelusas que duermen en la cerámica. Todavía está torpe. Saca dos rodajas de pan y la leche. Mientras tuesta, pela y come una fruta, parada. Alguna pieza de cáscara suele caerse al piso, con la consecuente catástrofe que eso implica. Se hace el café con leche. Primero leche en la taza, un cuarto. El resto café. Tres de azúcar, uno veintinueve en el microondas, si es que el café ya está hecho. Mientras revuelve, las tostadas ya están listas. Las agarra y las tira en el plato. Jura que esta será la última vez en quemarse, pero nunca lo cumple. Se sirve agua en un vaso, no el mismo de la noche anterior. Agarra un individual y se lo calza debajo de la axila. En una movida malabaresca, pesca los elementos (taza con cuchara, plato y servilleta) y los lleva a la mesa. Cada uno tiene su ubicación, como si fueran las marcaciones en una obra de teatro. El vaso va en un posavasos específico, no encima del individual, porque quedaría muy amontonado y le generaría una perturbación estética. Desayuna, al fin. Mastica y relame el mejor momento del día, el que la hace saltar de la cama al despertarse.

About the author Soledad Arienza

Me fascinan las cúpulas de Buenos Aires y el hall del Teatro San Martín. Siento predilección por algunas estaciones de la línea A. Me gusta el verano. Amo la papelería, en general, y los cuadernos y libretas, en particular.

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