Camino hacia una puerta, estoy en un edificio neutro, podría ser un hospital o una escuela. Abro esa puerta y se abre un paisaje rocoso y de mar, mar inmenso, oscuro verdoso. Se escuchan las olas, hay un precipicio, recuerdo sentir vértigo.

A mi derecha se alza un monumento gigantesco, es tan gigante que me genera ese síndrome que ahora no recuerdo, el del miedo a las estructuras inmensas. Me siento ínfima. Los personajes del monumento son San Martín y los exploradores que están en el monumento de Belén: Colón, Vespucio y otros con pinta de navegantes. Las olas les pegan, ellos ni se inmutan. Estoy muy tensa porque las rocas son resbalosas, tengo miedo de caerme y terminar estrolada contra los muchachos de piedra.