La consigna de esa tarde era hacer equilibrio. Todos los pasajeros jugaron a la cuerda floja. En danza. Torsos y brazos agitados, movimientos al compás de los adoquines. Subían a las gargantas tantos brincos nauseabundos. El colectivo, lleno de acróbatas aficionados. Se elevaban como pelotas saltarinas por el poco aire disponible. Dos señoras entrelazadas hacían una mímica surrealista. La horda circense duró hasta que se escucharon las sirenas del SAME inmiscuirse en los fragmentos de la catástrofe.
About the author Soledad Arienza
Me fascinan las cúpulas de Buenos Aires y el hall del Teatro San Martín. Siento predilección por algunas estaciones de la línea A. Me gusta el verano. Amo la papelería, en general, y los cuadernos y libretas, en particular.
Captar la ausencia: una hipótesis
EP12: El encuentro
EP11: La literatura y el agua